¡Lee el versículo y subraya tus frases favoritas!
1-2 Mi Señor y Dios, a ti dirijo mis ruegos porque en ti confío.No me hagas pasar vergüenza; no permitas que mis enemigos se burlen de mí. 3 Tampoco dejes que pasen vergüenza los que en ti confían;¡la vergüenza deben pasarla los que traicionan a otros! 4-5 Dios mío, enséñame a vivir como tú siempre has querido. Tú eres mi Dios y salvador, y en ti siempre confío. 6-7 Dios mío, por tu amor y tu bondad acuérdate de mí. Recuerda que siempre me has mostrado tu ternura y gran amor; pero olvídate de los pecados que cometí cuando era joven. 8-10 Dios mío, tú eres bueno y siempre actúas con justicia. Enseñas a los pecadores a hacer lo bueno; enseñas a los humildes a hacer lo bueno y lo justo. Con quienes cumplen tu pacto y obedecen tus mandamientos tú siempre actúas con amor y fidelidad.
Hay ocasiones en las que recurrimos a ‘oraciones ultimátum’, como las llamo yo, que aparecen en nuestra vida en horas, minutos o segundos antes de la gran prueba o desafío. Recuerdo que, en una ocasión, previo a un examen complicado en la universidad, conversaba con un amigo en los pasillos de la facultad, camino a rendir dicha prueba. Con ánimo, pregunté: “¿Cómo te va? ¿Estás listo para el examen?”. A lo que mi amigo respondió “La verdad, no…”. Respondí entonces: “Y ¿qué vas a hacer?”. Él solo supo contestar: “Pues, ¡el ridículo!”. La singular respuesta nos generó una sincera carcajada, que no duró mucho tampoco, pues el momento era bastante serio.
Cuando nos vemos enfrentando situaciones al límite, salen de nuestra boca oraciones que tienen una mezcla de suspiro y esperanza, de anhelo y algo de vergüenza, pensando quizás que la petición es muy osada o está fuera de lugar, porque pensamos en un Dios lejano a nosotros y, en ese momento, solo venimos por ayuda.
Sin embargo, hoy quiero animar tu corazón para que puedas levantar estas y otras oraciones con osadía y sin vergüenza delante de Dios. El salmista dice en esta porción de la Escritura: “A ti dirijo mis ruegos (…) en ti confío (…) no me hagas pasar vergüenza”. ¿Por qué pasaríamos vergüenza? Porque a lo mejor sientes que no vas a poder afrontar los tiempos futuros, las cuentas, los compromisos adquiridos, las decisiones, la salud, el alimento.
Dios siempre está cercano, siempre listo para escuchar hasta el más pequeño de los clamores, hasta el más suave de los susurros, hasta el grito más desesperado. Lo importante es que puedas acercarte a Él, venir delante de Él y hablarle, decirle, gritarlo, clamarle porque Él es bueno, actúa con justicia, enseña a los humildes a hacer lo correcto y justo, cumple su pacto con quienes obedecen sus mandamientos y siempre actúa con amor y fidelidad.
Isaías 59:1 (DHH) 1 El poder del Señor no ha disminuido como para no poder salvar, ni él se ha vuelto tan sordo como para no poder oír.
Escrito por: Giancarlo Guidobono
1. Analiza ¿Has pensado alguna vez que oras con oraciones que te hacen sentir que nadie las escucha? ¿O que no están bien armadas?.
2. Ten un tiempo de oración delante de Dios, entendiendo que El no está esperando oraciones perfectas, está esperando corazones sinceros y abiertos a escuchar su voz hablando a tu vida.
3. ¡Comparte este devocional con más personas! Será de mucha bendición.
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Te animo a que puedas hacer de la oración tu rutina, no porque puedas armar grandes discursos de oratoria delante de Dios, sino que puedas derramar tu corazón, liberar tus cargas y éxitos delante de aquel que desea estar cerca de ti.
Toma un tiempo de tu día para buscar a Dios en oración, pues su oído está presto a escuchar tu voz.